Madame Mère

A pesar de todo, la residencia más importe y más famosa de los Bonaparte en Roma es el palacio situado en la esquina entre via del Corso y plaza Venecia, que Letizia, madre de Napoleón, adquirió en 1818 tras vender sus propiedades francesas. Madame Mère, como se la conocía, vivió allí hasta su muerte en 1836 y ocupó la planta noble, mientras que la segunda planta estaba a disposición de los parientes que solían venir a visitarle. Los D’Aste, anteriores propietarios del palacio, lo encargaron en 1658 al arquitecto Giovanni Antonio De Rossi. A mediados del siglo XVIII pasó a manos de los Rinuccini y, por último, el banquero de Letizia, Duca Giovanni Torlonia, se lo propuso porque no era excesivamente grande, aunque sí señorial y decoroso.

Carlotta Bonaparte, Ritratto di Letizia Bonaparte, 1835, acquerello su carta, particolare

Pertenecen al periodo Bonaparte algunos elementos decorativos de la fachada como la inscripción en el friso de la azotea o el águila imperial bajo la ventana central de la planta noble y, un elemento característico y estrechamente vinculado a la memoria de Letizia –desde donde solía tomar el aire y observar los transeúntes de la via del Corso-: el balconcito de la esquina revestido de madera teñida de verde. También cabe destacar gran parte de la decoración interior como el piso a la veneciana con una B central, las elegantes chimeneas de mármol de estilo neoclásico o el friso de la antecámara, las pinturas de la Sala de Recepción, las Panoplias y los refinadísimos grotescos del interior del balconcito.
Además, en lo alto de la escalera había un gran modelo de yeso de la estatua de emperador, obra de Canova, donada por el artista a Letizia.
Los años romanos hasta 1821 transcurrieron para la madre de Napoleón dedicados al intento incesante de cualquier posibilidad de aliviar el aislamiento y el rigor del encarcelamiento de su hijo en Santa Elena y, los siguientes, en la tranquilidad de su entorno más cercano de parientes y amigos, a excepción de algunos visitantes ingleses. En su apartamento y, en particular, en su habitación se respiraba un aire de capilla de la memoria y la gloria familiares por la notable presencia de recuerdos e imágenes que pretendían reducir la angustia de la separación y la lejanía.