José Bonaparte
Tras una breve estancia en la casa de Monsieur Pio en la calle Salita de San Sebastianello, llegó a Roma junto a su esposa, Julia Clary, el 31 de agosto de 1797 y escogieron como residencia el palacio Corsini alla Lungara por su elegante fachada del s. XVIII, obra de Ferdinando Fuga. Allí se mudaron el 20 de septiembre y ocuparon el primer y el segundo piso. El palacio no tardó en convertirse un centro de propaganda revolucionada, donde podían encontrarse con seguridad los jacobinos romanos, aunque José tratara de no comprometerse abiertamente en sus planes para acabar con el gobierno pontificio.
En el breve periodo que duró la embajada de José, el palacio Corsini fue escenario de algunos episodios significativos como, por ejemplo, el homenaje realizado a Julia por las damas de la nobleza romana organizado por Costanza Braschi Falconieri, esposa de Luigi Braschi, sobrino de Pío VI, con motivo de la presentación de las credenciales al Papa el 28 de septiembre de 1797; o, el más violento, la revuelta de los jacobinos romanos el 28 de diciembre en los que halló la muerte el general Duphot, quien al día siguiente tenía que haberse casado con Desirée Clary, cuñada de José. Las tropas pontificias, en su intento de dispersar a los revolucionaros guiados por el escultor Giuseppe Ceracchi, jacobino convencido, violaron la extraterritorialidad de via della Lungara. La intervención de José Bonaparte y Duphot obligó a las fuerzas pontificias a retirarse por detrás de Porta Settimania, pero un golpe de mosquete a traición segó la vida a Duphot.
Esa misma noche José mandó una nota de protesta al cardenal Doria, secretario de estado, exigiéndole que se presentara de inmediato en palacio Corsini, pero el cardenal se negó. Entonces José, interpretando que se había ofendido la dignidad de Francia, decidió abandonar Roma de inmediato de forma que favorecía la decisión del Directorio de ocupar la ciudad. Las tropas francesas llegaban el 10 de febrero de 1798 y el 15 se proclamó la República Romana. Con la elección de Pío VII en 1800 y la toma de poder de Napoleón tras el golpe de estado del 18 brumario, los miembros de la familia Bonaparte retomaron por diversos motivos el camino a Roma, donde fueron acogidos con todos los favores por parte de la corte pontificia y la nobleza romana.